Al día siguiente me compré el libro, que se titula: Viaje a las islas Canarias. Una maravilla. Un descubrimiento.
En la página 195, en su último párrafo, relata:
‘De todos los edificios y de todos los lugares, el que siempre me pareció como el sitio de la paz perfecta fue el Parque de Taoro. Ahí hay aún hoy un hotel, el Hotel Tigaiga, que conserva la distinción de los viejos establecimientos hoteleros, de Canarias y del mundo, donde a los clientes anuales se les recibe como si fueran parte de la historia del establecimiento. El Tigaiga fue fundado por una familia alemana, la familia Talg; ahora acaba de cumplir cincuenta años. Cuando comencé a escribir este libro estaba en la terraza de ese hotel, mirando hacia la invariable belleza del Teide. Imagino que desde hace cincuenta años miles y miles de viajeros habrán sentido la misma excitación, bajo el sol o bajo las nubes, bajo las estrellas o bajo la luna, que yo sentí esa mañana, contemplando cómo mi tierra ejerce una fascinación igual aunque los hombres se hayan empeñado en poner cemento donce Humboldt vio verde’.
Una joya…