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Un hallazgo con aroma a historia de Agatha Christie

Con motivo del Festival Agatha Christie (organizado por el CIT Puerto de la Cruz), que esta semana llena de misterio y cultura las calles de nuestra ciudad, queremos compartir un pequeño hallazgo que nos ha transportado al pasado del Gran Hotel Taoro y, con él, a los primeros pasos de la historia de nuestra familia en Tenerife.

El perfume del tiempo

Cuando empieza la 10ª Edición del Festival Agatha Christie en el Puerto de la Cruz, el aire parece más denso, como si trajera consigo los ecos de una época antigua. Entre las palmeras de los jardines del Taoro, el rumor de los pasos de los antiguos huéspedes se mezcla con la brisa del Atlántico.

Fue allí, en aquel hotel majestuoso que dominaba el valle, donde Agatha Christie encontró sosiego y misterio a partes iguales. Y también allí, entre los pasillos del Taoro, trabajó un joven gerente alemán, Enrique Talg Schulz, que algún día levantaría su propio sueño sobre esta misma colina: el Hotel Tigaiga.

Era en el espacio que se conoce como jardín Carolina, donde el personal del Gran Hotel se cambiaba antes de comenzar su jornada;  transcurrían allí los días entre el bullicio del servicio y el murmullo de los huéspedes. Hoy, ese rincón es silencio y vegetación, pero hace poco nos regaló un secreto.

Al remover la tierra en los ultimos años, aparecieron botellas antiguas, cubiertas por una pátina del tiempo, como si hubieran estado esperando a ser halladas.Son botellas transparentes con el frontal grabado en relieve en el propio cristal con letras moldeadas en mayúsculas sobrias, tipografía art déco: líneas limpias y espaciado regular.

En una aún se puede leer el nombre Ed. Pinaud, la firma parisina fundada en 1830 que perfumó la Belle Époque con colonias y lociones elegantes, usadas en barcos y hoteles de lujo de medio mundo.  Quiza esa botella perteneció a una camarera que soñaba con oler a rosas  en lugar de jabón, o a una huésped inglesa que escribía cartas perfumadas al caer la tarde. Tal vez, quién sabe, una de ellas dejó su fragancia en el aire cuando Agatha Christie pasaba por el vestibulo, observando con su mirada de novelista el teatro humano que tanto inspiró sus historias.

En otra botella, descubrimos el texto en letra  transparente de Crusellas y Cía., elaborada en La Habana. Su forma redonda y su vidrio claro revelan que fue fabricada entre 1910 y 1930, una época en la que la casa Crusellas comenzó a producir envases más delicados para resaltar el color del perfume.  Contenía una de sus fragancias más populares: “A la Flora Cubana”, una colonia floral que cruzó océanos llevando consigo el exotismo del Caribe.

Pensar que esos frascos descansaron en el entorno del antiguo Taoro, donde Agatha Christie respiró inspiración y Enrique Talg soñaba con su futuro hotel, nos llena de asombro. Tal vez una de esas esencias perfumó un tocador, una carta o un instante que se perdió en el tiempo.

Hoy, esas botellas reposan de nuevo entre nosotros, testigos silenciosos de una época en la que el lujo olía a flores, y la elegancia viajaba en frascos de vidrio. En cada hallazgo, sentimos cómo el pasado vuelve a perfumar nuestro presente: un recuerdo vivo entre los jardines del Taoro y el espíritu del Tigaiga.